Es interesante pensar en los acontecimientos del pasado y a la vez rememorar con semejante intensidad las emociones vividas en ese entonces. Efectivamente, es un aprendizaje emocional, una asociación de sentimientos y derivas a eventos y acontecimientos irrepetibles. Nunca viviremos lo mismo dos veces. Y en ese sentido es una verdadera lástima.
Recientemente he conocido la experiencia artística de una artista llamada Tania Bruguera, originaria de La Habana, Cuba; performancera con una importante proyección internacional, ha participado, trabajado en distintas ciudades y en distintos festivales arte público, performance, artes visuales en general. Me llamó particularmente la atención su trabajo por una peculiaridad, es una artista excesivamente radical que con sólo teclear su nombre en la internet, encontramos los más diversos sitios mencionándola, algunos tachandola de "loca, enferma", otros admirando con vehemencia su radicalidad, compromiso artístico, originalidad.
Yo conozco muy poco de su trabajo plástico y de su trabajo como performancera, sin embargo, tuve la oportunidad de conocer en el paradisiaco mundo del you tube (sobre todo para aquellos que nos obsesiona encontrar lo insólito) un performance denominado "Autosabotage" realizado en el 2009 en una Bienal de Venecia, donde básicamente ella se apunta en la sien en varias ocasiones con un revolver armado con una bala, (el clásico juego de la ruleta rusa) mientras lee un manifiesta sobre la "compromiso, consecuencias, política, sabotaje y arte". El acontecimiento ha derivado en varias reflexiones muchas de ellas contra puestas, otras cuestionando la legitimidad del suceso, otras buscando el simbolismo y el sentido de transgresión de esta acción.
A mí, me ha tocado por una cosa principalmente: la radicalidad con la que está artista ha asumido su compromiso discursivo, su acciones artísticas y su idea del arte. ¿Quién de nosotros somos los suficientemente valientes para ponernos una pistola en la sien por nuestra labor artística? ¿Quién es lo suficientemente radical como para defender hasta con la vida su obra artística?
Cuando piensas en esos términos, la dimensión ética y profesional de nuestra labor artística toma un peso y un tamaño abrumador. No podemos no comprometernos hasta el tuétano con nuestro trabajo teatral si no estamos realmente encarnando el discurso que profesamos.
No me interesa en ningún sentido plantarme frente a un equipo de trabajo creativo, con texto dramático radical y polémico, y llevarlo a la escena de dientes para afuera.... para nada. Haremos las cosas como si nos fuera la vida en ello.
Los grandes teóricos y maestros del teatro del siglo XX han ido desapareciendo uno a uno, Grotowski, uno de los más importantes falleció hace ya dos años; Peter Brook, es el último testigo de las transformaciones del teatro contemporáneo del siglo XX. ¿Y quién nos queda para el siglo XXI? ¿Quién se apunta para ser el nuevo reformador o reformadora del teatro en la próxima centuria?
Tenemos muchas cosas de que ocuparnos: ser transgresores, expansores del arte y coherentes con nuestra obra artística, sin dejar de lado, la pulcritud técnica, la propuesta innovadora, ..... uff!
Gunnary. 2009.
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