Entrevista por Dani Triadó publicada el 30/03/2007
Durante el último siglo, la aparición de la escenografía ha cambiado el teatro y ha hecho que se reste importancia a la dramaturgia. Cuando entro en el mundo del teatro lo hago por la vía de la dramaturgia, no de la escenografía, y eso es así porque antes que nada soy autor, escritor de teatro y eso me ha llevado a hacer indagaciones sobre el papel y el rol que deben desempeñar los actores. Propongo otra orientación con el fin de buscar la innovación en el teatro. Y en mi caso, esa innovación pasa, efectivamente, por la búsqueda de los orígenes del teatro, donde la importancia residía en el autor.
¿Hoy en día le damos demasiada importancia al director?
Desde el final de la segunda guerra mundial, el director es quien ha sido puesto en valor en el teatro. Planteo otra orientación porque realmente se está menospreciando la creación en el ámbito de la dramaturgia. Lo que hemos de hacer es volver tanto al autor como al actor.
Y, ¿quién es el responsable de ese menosprecio?
En un ámbito muy general, el autor queda totalmente marginado cuando se traslada su texto al teatro, sólo a excepción de cuando se invita al escritor a dirigir la puesta en escena de la obra.
Son la literatura y el teatro una forma ¿de huida o de acción?
Son a la vez una huida y una acción. Son una forma de huir de la invasión y de la contaminación política. Intentamos actuar a través y dentro del arte. Es cierto que hablo de política en mis textos pero con la intención de huir de ella, para ir más allá de la política, no para comprometerme.
En España acaba de publicarse “La huida” recopilada en “Contra los ismos” (El Cobre, 2006). Uno de los personajes de esta obra, el hombre, tiene un discurso filosófico muy similar al suyo. ¿Es este personaje un alter ego de Gao Xingjian, una encarnación de sus ideales y pensamientos?
Es cierto que comparto mucho la opinión de este personaje en concreto. No es una identificación sencilla y pura, pero sí. Es más bien una voz, una expresión individual ante los problemas de nuestra época.
“La huida es el destino del hombre” y “el hombre está en huida permanente” son algunas de las ideas que esgrime y defiende este personaje. ¿Significa eso que no hay esperanza ni salvación?
Nos vemos empujados a huir permanente de la tiranía de la política, pero hay algo de lo que no podemos huir: de nosotros mismos. ¡Eso es muy dramático! Pero estamos obligados a hacerlo. El problema reside en si nos damos cuenta, es decir, de si somos conscientes del hecho de que existe esta huida.
En un momento de la obra, la protagonista femenina empieza a divagar con el fin de alienarse de lo que sucede en el exterior (la opresión violenta por parte del ejército de una rebelión). ¿Es esa una forma de huida mental?
Esta mujer huye de una presión sangrienta. Pero de hecho, los tres protagonistas de “La huida” huyen, aunque cada uno lo hace a su manera. Lo que ocurre es que este personaje, como mujer, se ve obligada a hacer frente a un universo distinto al de la tiranía política pero también agresivo: el masculino. No sólo existe la violencia o la opresión política sino que también existe la agresividad masculina. Esta es una huida particular a la que se ven obligadas a hacer frente, no este personaje, sino todas las mujeres.
“La huida” provocó la censura y prohibición de sus obras en China, pero este texto es también muy crítico con los movimientos de protesta a favor de la democracia…
Considero que muchos de estos movimientos son estupideces infantiles. Hay en ellas una vertiente muy infantil protagonizada por una juventud rendida a la pasión. Ante una amenaza abrumadora uno debe de ser capaz de huir porque sino, si empujamos a la gente a rebelarse, convertiremos en víctimas a mucha gente, y eso no es ninguna salida plausible a nada.
Entonces, ¿no debemos luchar por la democracia?
Debemos reivindicar la democracia porque no todo el mundo puede acceder a ella. Pero ante un poder totalitario hay que seguir una estrategia de lucha. No ir ciegos, sino afrontar las reivindicaciones de forma inteligente.
¿Considera entonces que los estudiantes de Pekín no deberían de haberse rebelado contra el Gobierno de Deng Xiaoping en 1989?
Los universitarios que protagonizaron los sucesos de la plaza de Tiananmen en 1989 tenían las manos vacías, no tenían nada y la población no los apoyaba. Se presentaron ante el ejército, que estaba armado hasta los dientes y dispuesto a aplastarlos. En casos así, uno debe de ser capaz de dar marcha atrás.
“Contra los ismos” también contiene los “Ensayos parisinos”, una serie de reflexiones de carácter filosófico más bien pesimista escritas hace 17 años. ¿Continúa pensando igual?
Los escribí justo cuando llegué a París y esos pensamientos siguen siendo vigentes porque la situación no ha cambiado.
¿Significa eso que el mundo no avanza?
Sólo en algunos pocos aspectos y más bien relacionados con la tecnología…
Usted vive exiliado en París desde 1987. Tras veinte años, ¿le gustaría poder volver a su país?Eso es imposible. Es una cuestión de autorización, es decir, si no me dan autorización no puedo volver a China, aunque lo cierto es que tampoco la pido… No sólo mis obras están prohibidas en China, es que simplemente mi nombre está bajo censura. No puedes pedirle al Gobierno de tu país que te deje volver cuando tus obras están prohibidas y tu nombre no existe, eso sería ridículo por mi parte. Es más, si alguien en China leyese esta entrevista se metería en problemas.